Al final del día, como cada jueves aparece Charlie. Dice que es escritor y que un día escribirá algo sobre mí, sobre mi vida, o me dedicará un poema sin rima porque las putas no rimamos, dice. Bebe cerveza como si fuera agua y me habla de lo que le gusta mi coño y las palabras sucias que me dicta para que se las diga al oído. Sí, le gusta tener el control y yo le hago creer que lo tiene. Paga bien. Es alto y delgadísimo y tiene pelos por todo el cuerpo,como esos osos de Canadá. A veces me pide que le rasure los genitales y así poder vérselos entre tanto espesor. Me llama Stacy porque le recuerdo a una novia que tuvo antes de irse a Vietnam. A veces creo que nunca lo hirieron debido al pelaje que lo cubre. Después de follar, bebe, escribe, recita, se ríe, me mira... -Algún día te leeré todo lo que anoto, muñeca-.
Suele pagar una hora extra por quedarse escribiendo y bebiendo, a veces se la pasa mirándome desnuda desde una silla, sin hablar, a saber qué pensará este jodido cabrón. Esta ciudad está llena de psicópatas.
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