miércoles, 5 de junio de 2019

¿Japón?... ¡No, gracias!





     Hace unos días vi un documental: Amor y sexo en Japón. Lo que comenzaba como curiosidad sobre la vida sexual de los nipones acabó creándome un desconcierto y cierto horror al finalizar dicho reportaje.
Me asombró ver a  chicas de cierta edad que no han conseguido tener una relación que  decidan casarse con ellas mismas, porque desde pequeñas su sueño ha sido vestir de blanco algún día y ese sueño lo cumplen pese a no tener compañero con quien compartir la experiencia. De hecho existen empresas que  organizan la "boda" con todo lujo de detalles, incluido acompañante para no salir sola en las fotos de tal evento.
Seguí atónita viendo cómo existen otras empresas donde chicas tímidas, o con baja autoestima, alquilan chicos para que representen el papel de novio durante un rato, ya sea un paseo por el parque, compartir un helado, cogerse de la mano por el "módico" precio de 180€/, creo recordar por dos horas, y algunas era la tercera vez en un mes que habían solicitado los servicios del galán de turno  como sparring para practicar, no me refiero a sexo, si no simplemente a despojarse de trabes mentales y aprender a  relacionarse con el sexo opuesto.


Mi desconcierto iba en aumento: Los matrimonios. La mujer al casarse y después de tener hijos ya no vuelve a trabajar fuera de casa. Si tuvo una carrera exitosa no puede  volver a ella tras  ser madre. La protagonista en cuestión, decía: Los niños son los reyes. Pero su cara decía todo lo contrario.
Al tener hijos, la pareja prácticamente desaparece, no hay intimidad, ni vida sexual. Quizás con suerte, ¡¡uno o dos polvos al año!!. El único vínculo son los hijos. Ellos pasan  a un segundo plano y la única actividad que realizan juntos es si juegan o pasean a sus vástagos.


Por otro lado, los hombres jóvenes no practican sexo. No mantienen relaciones sexuales con otras chicas ( en este caso). Prefieren las exóticas y desproporcionadas heroínas de videojuegos y Manga a tener contacto con mujeres reales por miedo a que les hagan daño. Prefieren tocar una teta de plástico a una de verdad o pasar horas frente a un ordenador recreándose con dichas protagonistas y preservar su intimidad de esta manera. O recurren a los cuddle-club o club el abrazo para poder abrazar a una desconocida durante X minutos pagando...


 Una sociedad que tecnológicamente nos da mil vueltas al resto del mundo pero que en lo social, en las relaciones interpersonales, sentimientos, afecciones, carecen de métodos y práctica. Los veo perdidos, tanto a ellos como a  ellas. No he estudiado su cultura, y sólo escribo esto basándome en ese documental que vi y sin ánimo de ofender a nadie, pero me horrorizó esa desproporción de sentimientos enlatados y pre-pagados.


martes, 21 de agosto de 2018

Anne L.





-Tranquila, hay mujeres que pueden y otras que no...-. Dijo mientras se apartaba subiéndose la bragueta y dejándome mirando hacia la pared con los ojos cuajados de lágrimas, lágrimas de dolor, dolor físico cuyo epicentro era mi as de picas.
Me incorporé, me subí las bragas e intenté sentarme no sin cierto malestar. No me consoló, y su indiferencia dolía más que mi culo.
( Continuará...)


lunes, 18 de septiembre de 2017

Habitación 215





Al final del día, como cada jueves aparece Charlie. Dice que es escritor y que un día escribirá algo sobre mí, sobre mi vida, o me dedicará un poema sin rima porque las putas no rimamos, dice. Bebe cerveza como  si fuera agua y me habla de lo que le gusta mi coño y las palabras sucias que me dicta para que se las diga al oído. Sí, le gusta tener el control y yo le hago creer que lo tiene. Paga bien. Es alto y delgadísimo y tiene pelos por todo el cuerpo,como esos osos de Canadá. A veces me pide que le rasure los genitales y así poder vérselos entre tanto espesor.  Me llama Stacy porque le recuerdo a una novia que tuvo antes de irse a Vietnam. A veces creo que nunca lo hirieron debido al pelaje que lo cubre. Después  de follar, bebe, escribe, recita, se ríe, me mira... -Algún día te leeré todo lo que anoto, muñeca-.
Suele pagar una hora extra por quedarse escribiendo y bebiendo, a veces se la pasa mirándome desnuda desde una silla, sin hablar, a saber qué pensará este jodido cabrón. Esta ciudad está llena de psicópatas.








jueves, 2 de febrero de 2017

Habitación 215




Me pongo unas bragas limpias, una camiseta de la UCLA y un pantalón corto. Bálsamo labial y colorete. A las siete viene Nick. Es el dueño del hostal. Suele aparecer cuando su mujer se va al bingo, todas las tardes a las siete. Como tiene llave maestra entra. Le gustan las universitarias. Le encanta ver cómo las letras de la camiseta quedan encima de mis tetas. Con los dedos repasa las siluetas de las mismas: uuuu, ceeee, eleeeee, aaaa...  Yo me río como una adolescente, le digo que es un tontorrón y me tira en la cama. Es un juego rápido, no hay más. Hunde su cabeza en la almohada mientras empuja y gime diciendo números: 38, 3, 7, 23, 45, 8, 27... ¡Bingo!  Yo miro al techo verde y pienso que seguro que fue su mujer quien eligió el jodido papel pintado.

Doreen es encantadora a pesar de su mal gusto eligiendo maridos y papeles pintados. Es bajita y rechoncha pero de piernas finas.Lleva el pelo teñido de un pelirrojo azafrán. Ojos verdes que acentúa con un khol y una sombra de ojos  esmeralda.  Todas las tardes  va al bingo. Vestida de la misma manera porque dice que le da suerte. Se mete la cartera bajo la axila y la aprieta.  Ahí sólo lleva al calderilla, los billetes  gordos los lleva metidos entre las tetas. El único día que no va es el domingo porque lava el vestido para el resto de la semana y Nick  me deja tranquila.






jueves, 18 de agosto de 2016

Drunk me to the Moon





  El papel pintado de la pared tiene un dibujo psicodélico que me hace recordar a las películas de Kubrik.  Alguien ha arrancado algunos trozos y se ven los desconchones. Te miro desde el vértice de la cama mientras acaricias suavemente mi tobillo y clavas tu pupilas en las mías. Hace calor y de fondo se escuchan las aspas renqueantes de un viejo ventilador que con el poco aire hacen mover un mechón de mi pelo sudado. Cojo un vaso que hay en la mesilla y el tintineo del hielo me saca del sueño. Bebo. Su contenido es dulzón y fresco y se entremezcla con los restos de tu saliva en mi boca. Te ofrezco. Coges el vaso sin dejar de mirarme y humedeces tu dedo en el líquido  viscoso pasándolo por mis labios como bálsamo labial. Tus manos siguen por mis mejillas , rozan mis orejas, hasta mi nuca tirándome suavemente del pelo , me impulsas hacia ti y me partes la boca con un beso. Tu respiración se acelera. Paras. Me miras  jadeante como si no creyeras lo que está ocurriendo y vuelves a estrellarte contra mí. 








miércoles, 15 de junio de 2016

Daphne Blasco: Historia de una venganza. Capítulo III





Blasco vivía en una mansión llamada La Llorona, en Santa Fe. Tenía guardas en la puerta con metralletas. Cuando traspasaron  sus muros Daphne  quedó asombrada ante tanto lujo. Enormes jardines llenos de árboles y flores, piscina, canchas de tenis y unas cincuenta personas a las órdenes de la nueva señora Blasco.
-¡Aquí estarás re-bien, mi amor. Te voy a cuidar como nunca, mi güerita! No te hará falta ni salir de la casa.
Daphne se sentía feliz, ser la señora de Blasco le daba poder y eso le gustaba. Atrás quedaron los días de mierda de elefante y siamesas locas. El sexo con Pablito era brutal.  La primera vez dolió, era virgen y Pablito tenía un pene descomunal para medir 1,60. No era feo, tampoco demasiado guapo, pero tenía una labia que engatusaba a cualquiera. Era un tipo temido. Se contaban de él mil batallas. No era trigo limpio y Daphne no tardaría en descubrirlo.
Una noche, dieron una fiesta en La Llorona. Blasco quería presentar a su mujer en sociedad y había invitado a todos los grandes del narco; chulo putas, sicarios  y todo lo mejorcito del valle.  Las botellas de Gran Patrón se  bebían como agua, los mariachis cantaban, algunos daban pistoletazos en el patio gritando: ¡¡¡ Viva México, cabrones!!!... Daphne llevaba un hermoso huipil con llamativos bordados. No había parado de beber tequila y celebrar junto a su marido la dicha de ser su esposa, cuando Pablito la llevó hasta una habitación de la casa. Al abrir la puerta encontró dentro a Rosarito Jones, un narco gringo muy importante al que Pablito le debía unos cuantos favores así que sin más, la empujó hacia el centro del cuarto haciéndola caer sobre la alfombra persa.  Lo último que escuchó Daphne fue: -¡¡Un regalito, es tuya, gringuito!!-, y cerró. Daphne se giró atónita, y en ese instante el gringo le metió un puñetazo en la mejilla con el anillo de la hermandad. Aquella bestia la manoseó, la lamió, se le corrió encima como un cerdo. Durante horas abusó de ella que incluso ya había perdido el conocimiento.
De ese encuentro, y de los demás que planeaba, el padre de Daphne recibiría una gran suma de dinero. El plan de Blasco era prostituirla como al resto de sus chicas,  luego volvería a buscar a otra víctima para hacerle lo mismo. Cuando ya no servían las hacía desaparecer.
Continuará...

sábado, 5 de marzo de 2016

Daphne Blasco: La Historia de una Venganza. Capítulo II





La vida transcurría sin más después de la muerte de la enana. El circo seguía su calendario de ferias y Daphne con su espectáculo circense que se hacía llamar: Le borgne de fil o la tuerta del alambre.Daphne lo recorría con una habilidad pasmosa a pesar de ver con un solo ojo. La gente se agolpaba para contemplar sus piruetas, cómo  cuando sentada en una silla a más de cincuenta metros, encendía un cigarrillo y se lo fumaba tranquilamente, tirando la colilla  a su padre en actitud chulesca. Más que el espectáculo en sí, lo que les llamaba la atención era la tuerta. Daphne a pesar de faltarle el ojo izquierdo tenía algo. Llevaba el pelo rubio platino cortado a lo garçon, un parche,  el ojo que le quedaba era de un raro violeta,  los labios carnosos y nariz pequeña. Alguna vez le habían dicho que se parecía a Debbie Harry, la cantante de Blondie. Ella reía diciendo: -La Harry tuerta querrás decir.-
Llevaba un tatuaje de la Catrina en el lado derecho de la espalda, pulseras de calaveritas y colgantes como fiel devota de la Santa Muerte. Al lado izquierdo otro tatuaje hecho en Tijuana que rezaba: El que canta su mal espanta. 

Un día apareció Pablito Blasco,  un viejo amigo de su padre, narco y putero al que le gustaban las jovencitas que al ver a Daphne la polla se le puso más dura que el alambre donde estaba subida.
Empezó a cortejarla. Todos los días después de cada actuación aparecía en el carromato con ramos de flores, chocolates caros, joyas y vestidos preciosos que ella jamás se habría podido permitir. Daphne nunca había estado con un hombre y aquellos detalles la halagaban. Pero detrás de tanto capullo rojo su padre veía un gran negocio. Pablito Blasco babeaba con la equilibrista y no tardó en invitarla a cenar.  Ni siquiera le importó su parche, le ponía más cachondo aún; De hecho, le regaló uno  hecho de cuero negro con una D elaborada con diamantes. Blasco era mexicano de puritita cepa, machista, machote con un gusto exquisito con las mujeres. Podía oler un coño a kilómetros. Vio en ella un gran potencial sexual.  Blasco también era proxeneta y su fortuna se la había ganado gracias a las mujeres que vendían sus cuerpos por y para él. Pero para Daphne  era el hombre más tierno de la faz de la tierra. Una noche se fugaron en el Plymouth Superbird color esmeralda de Blasco. Este le había prometido una vida mejor lejos del circo y su miseria, y ni lo pensó. Agarró un petate y huyó. A mitad de la fuga pararon en una pequeña ermita en mitad de la carretera y se casaron.  Lo que no sabía Daphne es que su padre también andaba detrás de toda la trama.

Continuará...