La lluvia golpeaba en la ventana y restos de un
porro se quemaban en el cenicero. El humo dibujaba pequeñas espirales en el
espacio. Dos cuerpos desnudos sobre la cama, escribiendo cartas en tinta de
agua de lluvia, para no olvidar nunca.
Una habitación de paredes desconchadas, de armarios llenos de
polvo y humedad, con olor a salitre, sudor y sexo. El aroma envolvía el
ambiente, envolvía los cuerpos, envolvía las mentes mientras sus ojos se
miraban fijamente intentando adivinar pensamientos. Caricias ebrias de amor,
piel de rosa del desierto, lenguas vertiginosas... Alma de niño escondida en
cuerpo de príncipe.
Y pasan los días, las horas, el reloj y su tic-tac cotidiano…
Yo me quedé allí, en aquella habitación de paredes desconchadas donde el tiempo
era eterno. Donde la lluvia, tú y yo fuimos eternos.
Son los momentos sin tiempo, los que nos gusrdan la vida, mientras se nos escapa la vida huyendo del tiempo.
ResponderEliminarExacto! ;)
EliminarTocado y hundido.
ResponderEliminar;)
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